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La familia recién formada se enfrenta a los desafíos de perseguir sus metas individuales y a las complejidades de la vida moderna, apoyándose en el amor, la confianza y la resiliencia como guía. Junto a una playa desierta, entre el viento y las olas, padre e hijo, Mamargade y Cigaal, disfrutan de un trocito de felicidad en la naturaleza. Esos momentos preciosos son escasos, con múltiples trabajos, ataques con drones que traen la muerte desde arriba, puestos de control y pagos por trabajos que tardan meses en materializarse, si es que llegan a materializarse. En su sencilla y diminuta casa de bloques de hormigón y acero corrugado, la pareja vive con la hermana de Mamargade, Araweelo. Cigaal sueña con la luz. Araweelo sueña con confeccionar y vender su propia ropa. Como es soltera, no puede conseguir un préstamo, así que Araweelo idea un plan para eludir las normas. Los riesgos son enormes. “He intentado mejorar las cosas toda mi vida”, dice Mamargade, “pero sigo cometiendo errores”. Cuando la desgracia eclipsa casi todos los aspectos de la vida diaria, los “errores” son inevitables. Sin embargo, el humilde y trabajador trío nunca deja de intentar y esperar la felicidad, un negocio, tiempo en la playa, dinero para la escuela y días mejores. The Village Next to Paradise ha llegado a Cannes por primera vez. “Esta es la primera película rodada en locaciones de Somalia”, dijo el director Mo Harawe, quien asistió al estreno norteamericano en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Harawe contrató a la comunidad de Paradise para hacer la película y empleó a actores no profesionales. La inversión en Somalia rindió frutos en términos de autenticidad de la película. Los sonidos ambientales de la música de la radio, el tráfico, las olas y el viento también contribuyeron al realismo de la película. “El viento es un personaje”, dijo Harawe, “por lo que los personajes humanos nunca están solos”. La cultura también es un personaje, y disfruté sumergiéndome en canciones, historias y paisajes somalíes.